La cata literaria de “Algo que ocultar” ha sido una novedosa iniciativa desarrollada por la bibliotecaria ovetense, Chelo Veiga, en la que se mezcla literatura y gastronomía. La primera cata ha tenido lugar el pasado 16 de diciembre en Aramburu Cultura Gastronómica del Principado de Asturias (Calle Fierro, 9) de Oviedo y la autora invitada ha sido Ana Zarauza. Para todos aquellos que no pudisteis acompañarnos os dejamos la presentación y práctica de la cata literaria realizada con la novela “Algo que ocultar” de Ana Zaráuza Fernández.
¿A qué huele, a qué sabe "Algo que ocultar"? Vamos
a estrujarla y sacarle más jugo. Pretendemos haceros recordar esos momentos “sabrosos”,
vivirlos como en una verdadera cata.
Si hay un olor y sabor que nos acompaña a lo
largo de toda la novela, no cabe duda que es el del mar, un mar que nos invita a
relajarnos, a saborear su suave aroma salino, a degustar sus apreciados frutos:
“Se había desplazado hasta el mercado de Llanes
a comprar los ingredientes necesarios para prepararle un sabroso arroz con marisco,
su plato favorito”. (p. 230)
Pero también un mar que nos recuerda que puede
ser bravo, que se enfurece y que es capaz de devolvernos hasta un cadáver.
“La naturaleza estaba de su lado. Por una vez
en la vida las cosas le salían a pedir de boca. El titánico mar que se alzaba esos
días de profundo invierno, sería su mejor aliado”. (p. 213)
“El agua está solo a once grados. Como ve, el
oleaje se estrella con tal fuerza contra la costa, que las olas saltan por encima
del puerto”. (p. 220)
¿A qué ya sentís el mar?
Pero "Algo que ocultar" esconde muchos otros aromas
y sabores presentes, seguramente, frecuentemente en nuestro transcurrir diario,
porque decidme: ¿Quién no ha preparado alguna vez una deliciosa cena romántica?
“Por una vez no había tenido problemas con su
horario y eso merecía una celebración. Pasaría por Aramburu (una tienda de delicatesen
en el centro de Llanes) para comprar un par de buenos solomillos y un Ribera de
Duero de los caros (…) Organizaría una cena romántica: Ensalada de pasas y pimientos con cebolla caramelizada
Solomillo con salsa de cabrales”. (p. 102-108)
¿No os entra ya un poco el hambre? ¿Con qué
os quedáis con la ensalada o con la carne?
Aunque a decir verdad, quizás nos quedaríamos
mejor con ese otro momento, en esta ocasión un almuerzo:
“El ambiente alegre y distendido que se respiraba,
hizo sonreír al sargento. Era como si aquella gente, apostada alrededor de la barra,
hubiese dejado sus problemas aparcados en un invisible buzón ubicado en la entrada,
obligándoles a mantener un estado de jovialidad contagioso. La cuidada decoración
tematizada en la sidra (…) En cuánto regresó a la mesa, el camarero se acercó resuelto.
Recitó el menú animadamente y tomó nota dejándolos despachados en segundos. La decisión
fue rápida. Pidieron lo mismo: Menestra de primero, carne con guarnición de
segundo y un arroz con leche de postre” (p. 155-157)
¿Sabíais que la canela es afrodisiaco? Y claro,
un arroz con leche sin canela, es como un libro sin páginas, se puede leer, pero
no es lo mismo.
Porque entre venganzas y muertes, también hay
espacio en la novela para el amor, además ya es Navidad, y en estas fechas, ya
se sabe, el amor debe ser lo fundamental.
Cansadas y cansados estamos de escuchar que
la comida fundamental del día es el desayuno. ¿Qué decís a los desayunos que se
presentan en la novela, ¿Os imagináis en esa casa frente al faro, donde incluso
te llega la espuma del mar, en un día de sol degustando ese pan con aceite y jamón
y un buen café?
“Se levantó bien temprano por la mañana. Concretamente
a las siete y media. No he cambiado la hora del despertador –aclaró. Para él no
comenzaba bien el día sin un buen desayuno. Siempre con pan recién horneado (…)
un desayuno como Dios manda: pan con aceite y jamón y un café recién hecho” (p.
180)

“El aroma a café recién hecho se había esparcido
por toda la sala. Cecilia despareció momentáneamente. Regresó con una bandeja con
cuatro tacitas y el azucarero. En un platito colocó galletas de diferentes tipos”.
(p. 170)
¿Quién quiere un café? Siempre nos viene bien
un café.
“Repentinamente, una taza de café apareció en
su mesa. Alzó la vista buscando la pertinente explicación encontrándose cara a cara
con Guzmán. –Por la cara que tienes, lo necesitas tanto como yo”. (p. 130)
Y qué decir de los cafés para dos:
“¿Quieres un café? Le preguntó con un tono deleitoso.
–Es de agradecer, le contestó con su cautivadora mirada”. (p. 177)
Pero, recuperemos el tono normal, démonos un
respiro y tomemos un trago, ¿Un Ribera? o ¿un Rioja? ¿De qué vino sois?
Existe un vino de gran calidad para cada persona
y para cada ocasión, como los libros, hay un libro de calidad para cada uno de
nosotros y nosotras, sólo tenemos que encontrar el momento, la ocasión y disfrutar,
como con una copa de un buen vino. Y además lo bueno, ya sabéis mejora con el tiempo.
Un vino, lo observamos, lo olemos, los saboreamos,
como un buen libro. Quizás el vino escogido para aquella ocasión, aquel Ribera muy
caro, no fue el más correcto, no logro entrelazar almas distantes o sí, aunque en
aquel momento no fueran conscientes. Tampoco parece que el Sierra Cantabria de 2008,
un gran reserva, hiciera mejor futuro.
“La cena fue cautivadora. Intercambiaron risas
y miradas sin percatarse del paso del tiempo y sin echar de menos a nadie.
Cenaron con vino, un Sierra Cantabria del 2008. Al salir del restaurante se encaminaron
al hotel”. (p. 40)
Pero no penséis que todo son buenos aromas
y sabores, en Algo que ocultar, también se oculta lo desagradable, lo que no queremos
ver ni oler:
“El intenso olor a tabaco que se percibía nada
más entrar, entremezclado con el olor a fritanga, era insoportable”. (p. 165)
O aquel olor que aunque en principio puede resultar
agradable, placentero, luego se convierte en el olor a muerte, a traición, a venganza:
“Con el tacto percibió la suave textura del
olor que acaba de inspirar. Repentinamente, una imagen a modo de flash, un instante
que había visto en otro lugar y en otro momento, pasó por su mente desorientándola”.
(p. 241)
“Raquel recobró la memoria al volver a ver esa
flor que, previamente, había visto en el hotel”. (p. 255)
Pero volvamos para terminar con esta cata de
Algo que ocultar a los sabores de verdad, a los que dejan huella:
“El primer trago de cerveza es espectacular.
Siempre he mantenido la idea de que debían vender tragos de cerveza, porque cómo
el primero no sabe ninguno?” (p. 215)
¿Habéis sido capaces de saborear esos instantes
únicos, esos primeros bocados o tragos de algo que de verdad nos gusta, nos entusiasma?
¿No sucede lo mismo con el libro que empiezas y ya no puedes dejar de seguir y seguir?
CHELO VEIGA
Cuestiones a resolver:
1. ¿De quién es el arroz con marisco su
plato favorito?
2. ¿Quién estaba al lado del acantilado aquella
fatídica noche y ya no volvió?
3. ¿A quién le tiran la sopa encima de la
chaqueta?
4. ¿Quién desayuna pan con aceite y jamón?
5. ¿Quién es el experto o la experta en los
tragos de cerveza?
6. ¿A dónde van a comer Posada y de La Fuente?
7. ¿Qué olor fue el que permitió descubrir
al asesino?
8. ¿Quién toma un yogur, bebida baja en
calorías?
9. ¿Quiénes cenaron con Rioja?
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