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viernes, 20 de abril de 2007

«El lector tiene que participar, me gusta sembrar y que él interprete»


El periodista de LA VOZ presenta esta tarde en Valdecarzana su primera novela, 'La soledad de los fantasmas'

Se confiesa «ilusionado», y su cara, sus gestos y sus palabras lo demuestran desde hace días. El periodista Fernando del Busto, compañero de LA VOZ DE AVILÉS, presenta esta tarde su primera novela, 'La soledad de los fantasmas', una obra de 116 páginas publicada por Septem Ediciones.

-Tras años guardada en el cajón, 'La soledad de los fantasmas' ve por fin la luz.

-Sí, la escribí entre 1992 y 1997. Tuvo momentos de parón, bien porque llegaba a un punto que no podía resolver o porque a partir de 1994 empecé a trabajar en el periódico y el ritmo de trabajo me impedía continuar. El libro surge a raíz de una anécdota que viví en la universidad con mi grupo de amigos. En él estaba una chica que era alumna de Filosofía y que un día pronunció la frase «de todas maneras es un advenedizo, porque cita a Heráclito pudiendo usar a Parménides». Nos hizo mucha gracia, pensé que se podía utilizar en una novela y a partir de ahí me puse a trabajar.

-¿Por qué se publica ahora?


-Fue una casualidad. Cuando se creó Septem, Israel Rivas, uno de sus editores, me invitó a participar y a mandarles originales. Pero, aunque ya tenía la novela soy muy crítico conmigo y no la envié. Pero en el mes de diciembre se lo comenté a Alicia, mi mujer, y ella me animó, así que se la mandé a Septmen, les gustó y ya está en las librerías.

-El protagonista llega a Santa Marina del Páramo para encontrarse a sí mismo, y lo que encuentra es un grupo de niños con los que contrae la obligación de contarles diez cuentos durante diez días. ¿Por qué?

-Es un personaje que duda mucho. Hay decisiones importantes en su vida, como su matrimonio, que las toma porque lo llevan las circunstancias. No tiene carácter para coger las riendas de su vida, que le sobrepasa. Pero ahí se produce su descubrimiento de la literatura.

-El grupo de niños al que dirige sus cuentos es de lo más repelente, de los que gritan 'chupi' para mostrar su alegría mientras citan a los clásicos.


-Mi grupo de la facultad y yo éramos como esos niños repelentes. Parte de las frases que dicen en el libro son las que nosotros pronunciábamos entonces.

-Pero ninguno de los cuentos es para niños...

-No, lo que más me preocupaba era que se apreciara que con cada historia el protagonista iba creciendo como escritor, no tanto los contenidos de los propios cuentos.

-En ellos los pequeños ven la influencia de autores como García Márquez, Borges o Hesse, entre otros. ¿Hasta qué punto es real?

-Los autores que cito son grandes nombres de la literatura, y era una forma de homenajearlos. Sin embargo, tras leer más a Hesse, me di cuenta que los cuentos en los que lo cito tienen poco de él. De García Márquez, la propia novela es un reflejo de esa realidad mágica, pero el cuento en el que lo cito tampoco tiene nada de él.

-Todos sus finales son abiertos.

-No me gusta cerrar las historias. Creo que el lector siempre tiene una participación. Me gusta ir sembrando y que luego cada uno lo interprete como quiera.

-En ellas reflexiona sobre el miedo, la relación padres-hijos, la amistad, etc. ¿Cuánto es cosecha del protagonista y cuánto del autor?

-Desde luego, hay reflexiones mías. Reflejo grandes ideas que sí tenía en ese momento, pero terminé de escribir el libro hace diez años y las ideas van cambiando.

-El segundo eje de la novela es la relación del protagonista con su abuelo, un fantasma que se resiste a abandonar la vida terrenal. ¿Es que no le gusta lo que viene tras la muerte?

-No lo sé. Ésa es una de las grandes preguntas de la Humanidad. Pero muchos elementos de la novela están más pensados en enriquecer la propia historia que en contar algo. El abuelo y los dragones me servían para distraer al lector y aligerar las quejas del narrador principal. El dragón es un ser mitológico al que se ha olvidado. A mí me daba mucho juego, además de dotar de un aire de irrealidad y fantasía a toda la novela.

-¿Y Santa Marina del Páramo?

-Es un pueblo que me inventé a raíz de dos palabras que me gustaba cómo sonaban y que son un contrasentido. Pero también tenía mis referencias físicas a la hora de construirlo. Pensaba en Santa María del Mar, donde pasé de crío veranos fascinantes y muy divertidos.

-Allí el protagonista encuentra algunas respuestas a sus preguntas en la literatura. ¿Qué significa para usted, divertimento, comunicación...?

-Va todo junto. Si la escritura no fuese divertida no tendría sentido, aunque también conlleva un esfuerzo. Pero también es una forma de comunicar, de reflexionar, de aprender A mí me da muchas alegrías, y espero que siga siendo así.
 
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