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lunes, 2 de septiembre de 2013

Entrevista a García Cellino en BiblioAsturias

Portada de Los señores de Wall Street
no comen pescado crudo
Os dejamos la entrevista a Javier García Cellino en Biblioasturias

Nacido en La Felguera, Javier García Cellino es licenciado en Derecho y en Geografía e Historia por la especialidad de Historia del Arte; fue secretario del Ayuntamiento de Caso, hasta su jubilación, y miembro de la Asociación de Escritores de Asturias, así como de la asociación cultural Voces del Chamamé, dedicada a la publicación de autores noveles. Colaborador habitual de prensa, García Cellino es autor de poemarios como La ciudad deshabitada, premio Gerardo Diego de Santander 1994; Disposición de la materia, que fue premio Leonor de Soria en 1997; y Sonata de un abecedario, que obtuvo el galardón Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez en 2005. En el 2007, obtuvo el Premio Letras de Novela Corta por su primera novela Círculos de tiza, de la que recupera a su personaje protagónico, Julio Colinas, para tramar su última obra: Los señores de Wall Street nocomen pescado crudo. Una narración publicada por Septem Ediciones en la que muestra el desencanto y la frustración en la que se mueve esta sociedad dominada por el dinero y la corrupción.
  
Se presenta una novela, Los señores de Wall Street no comen pescado crudo, pero en realidad debemos hablar en origen de un poemario homónimo que se edita en una separata, en edición no venal. Háblanos un poco de estos versos que posteriormente te llevarían hasta la novela.
Hace tiempo que me lleva seduciendo la idea de adentrarme en la poesía social, y me pareció que la crisis actual podría ser el empujón definitivo. Tuve siempre mucho respeto, pues a veces es fácil confundir la crítica social con la mera denuncia, quedándose entonces la poesía en apenas un registro panfletario, lo último que yo quisiera. Así que aproveché la ocasión y puse manos a la obra. Al finalizar el poemario, fue cuando sentí la necesidad —algo mágico, sin duda, pues no sabría explicar los motivos— de contactar con Julio Colinas, el protagonista de mi primera novela, Círculos de tiza. Una vez que me enteré de su dirección postal, le quité el nombre del autor y se lo mandé a Madrid. A partir del momento en que lo recibe, comienza la investigación del asesinato del presidente de la Federación de Empresarios Madrileños.

Comentas que la rabia te lleva, con un ímpetu inusual, a escribir esos poemas. Pero esa indignación no se calma hasta que, de pronto, rescatas a Julio Colinas, protagonista de tu novelaCírculos de tiza. ¿Qué te lleva a poner en manos de este entrañable patoso una obra donde se entrecruza la terrible realidad de personas desesperadas, grandes empresarios, redes internacionales de tráfico de droga e intereses económicos absolutamente crueles?
Precisamente la seguridad de que a él nunca le van a encargar la investigación de un caso así. Como se dice en la nóvela (página 60). …“Habían sido suficientes unos pocos días, desde que el poemario apareciera en el buzón de correos, para que Julio Colinas conociera otras alcantarillas distintas de las que frecuentaba habitualmente. En su cartera de pedidos se acumulaban asuntos de faldas, problemas laborales o pequeños hurtos, sin que hasta la fecha nadie le hubiera contratado para levantar las alfombras de personajes importantes. Y menos un crimen al que, además, había asistido en directo….”.
Por eso me pareció importante enviarle el poemario. Era, además, una deuda que tenía pendiente con él, pues en Círculos de tiza no pudo llegar a cerrar el caso que investigaba (la aparición de unos restos humanos en el cementerio municipal). Se lo debía; si bien, debo reconocer, que el entrañable patoso, como tú bien le denominas, tiene una capacidad asombrosa para que todo lo que comienza se le complique de la forma más insospechada.

Por la novela van desfilando, a pinceladas, temas de absoluta y desgraciada actualidad. Tramas que pueden resultar tan complejas y extensas como inabarcables que defines como “las distintas tensiones que vertebran la sociedad”. ¿Querías dibujar también el panorama de indefensión y perplejidad en que se encuentran los ciudadanos anónimos?
Sin duda. Pero también he intentado hacer visible que los ciudadanos pueden cambiar las cosas. No comparto la solución del caso, pero ello forma parte de esa maravillosa libertad que acompaña a la literatura: el narrador presta a sus personajes un lápiz, para que ellos mismos vayan dibujando su terreno, y a veces sucede que esos mismos personajes se alejan del narrador, hasta desaparecer por completo, modelando así su propio espacio literario, como en esta novela. El conflicto que se plantea entonces es muy importante, pues el final de la novela nos interroga, nos hace preguntas: las cosas podrían haber sucedido así, o de otra manera bien distinta, claro. Pero también hay, si bien apenas le dedico unas líneas, una referencia al 15M. Aquí ya aparece una conciencia colectiva, un modo de oposición que nace en el seno de la ciudadanía y que es, a mi modo ver, la mejor forma que hay en estos momentos (levantar sectores, mareas…) para poder acabar con esta crisis económica, financiera, depredadora… que está convirtiendo en un esqueleto el Estado del bienestar, que no sólo costó muchos esfuerzos conseguir, sino que también dejó muchas vidas ejemplares en el camino.

Podríamos decir policiaca pero también es poética, porque es un poemario anónimo el que de alguna forma escribe la historia. ¿Cómo definirías tú la novela?
Acostumbro a utilizar el mismo ejemplo. Si asistimos a un safari, lo menos importante es el medio de locomoción que nos lleve allí, sino lo que en realidad queremos ver y disfrutar. En este caso, me interesaba hablar de la crisis, sacar a escena a algunos de sus actores, de modo que el asesinato —género policíaco o novela negra entonces— es sólo un medio de locomoción. Podemos denominarla novela social, realista… como queramos.

¿Hay también una reivindicación de la poesía; de una poesía, digamos, de carácter social, que se comprometa y se apegue a la realidad; que toque el corazón y la inteligencia de personas como Julio Colinas que nunca antes se habían acercado a los versos?
Para quien, como yo, cree que la poesía sigue siendo un arma cargada de futuro, ayudar a su difusión es una tarea absolutamente necesaria. Además, pienso que se trata de las pocas formas artísticas que aún no están contaminadas, gracias, en buena parte, al escaso valor utilitario que se le da. De ahí que esté completamente convencido de que muchas personas, como Julio Colinas, que antes no se habían acercado a ella, puedan sentirse conmovidos ante unos versos que acaricien su sensibilidad. Se trata, claro, de acertar, de conseguir tocar alguna fibra dormida, pues, también estoy convencido de ellos, todos la tenemos, en algunos casos, ciertamente más apagada que en otros.


Dices que los personajes son libres y que muchas veces se escapan de las manos de su creador, escribiendo su propia historia y pidiendo una resolución concreta. ¿Qué fue lo que más te sorprendió de este nuevo viaje con Julio Colinas?
Esa extraña habilidad para que todo lo que ocurre a su alrededor se le complique y se le vaya de las manos. Julio es, sin duda, un antihéroe, y por eso me resulta más entrañable. Creo que mientras en Círculos de tiza al final le embargó una sensación manifiesta de decepción —sus lágrimas delante de la estatua del minero son la prueba de ello—, en esta ocasión, podríamos decir que ya está curado de espantos, y que acepta con estoicismo lo que le sucede. Eso sí, cambia de registro, y procura mitigar con el humor la parte de decepción que pudiera afectarle.

El poder de la red y la tecnología, el anonimato que permiten y toda la información que puede circular por ellas sin que se le pueda poner límites es otro de los temas que aparecen en esta novela sin tampoco opinar sobre las ventajas o desventajas de este medio. ¿Es algo que te preocupa por impredecible?
Reconozco que tengo muchas contradicciones al expresarme sobre la red. Tiene, sin duda, muchas ventajas, pero no es menos verdad que también hay muchos agujeros negros que se escapan a nuestro control. De todos modos, mi valoración final sería positiva en cuanto a su uso futuro, con los naturales reparos.

¿Tal vez por ellas caminen las revoluciones y revueltas posibles en el siglo XXI?
No hay que descartar esa posibilidad. En la novela (página 75) se dice: “Las redes sociales han reemplazado a los burócratas de siempre. De este modo, no hay temor a que sienten el culo y nos dejen a los demás con el agujero al descubierto”. Y si lo dice Z5SV3, sus razones tendrá.

En esta novela Julio Colinas ya no está en el Nalón y ahora trabaja como detective privado y no como policía. ¿Crees que tendrá cierta nostalgia de sus años en el norte y que regresará a él en una nueva entrega?
Cuando acabé la novela, me fui con él de copas por Madrid. Reconoce que está desubicado y cree que, en un plazo razonable, regresará a Nalón. Parece ser (es un secreto, me confesó) que le van a encargar un trabajo (a partir de ahí me resultó imposible tirarle más de la lengua).

No abandonas la poesía porque eres poeta por encima de todo. Y tienes varios proyectos entre manos. Al mirar el singular proceso de escritura de Los señores de Wall Street no comen pescado crudo, y los libros que escribiste en estos últimos tiempos, ¿cómo ves al poeta de hace unos años ante el que hoy eres?
Por expresarlo de algún modo, creo que se trata de un poeta más maduro. Y también mucho más exigente. Acepto que cada uno de mis libros se debe a una época determinada, y por ello no soy de los que digo que me sobran este o estos otros libros de mi etapa anterior. Pero no es menos cierto que en los últimos, Territorio para el fuego y Sonata para un abecedario, me reconozco mejor.

La rabia no impide que dibujemos ciertas utopías. Haciendo un poco de sibila, aunque sea distinguiendo la perspectiva de lo deseable y de la de lo factible, ¿crees que dejaremos algún día de comer pescado crudo o que antes serán los señores de Wall Street los que tengan que variar su dieta?
De momento, y por desgracia, tal parece que serán los ricos los que continuarán llevándose las mejores tajadas a la boca. De todos modos, siempre he sido muy optimista, y creo mucho en nuestra especie, a pesar de tantas contradicciones como tenemos cada uno de nosotros. Nos sobran muchas lamentaciones, mucho quedarnos en el pozo negro (que es muy profundo, de eso no hay duda) de las corrupciones y los escándalos, asuntos que conviene mucho a los señores de Wall Street airear, para que así nos hundamos más en el desconcierto y la apatía. Hay una cita excelente de Chesterton sobre esto: “No es bueno que los hombres sepan hasta qué punto somos buenos”. Además de los mafiosos, hay también muchos políticos y muchas personas que ocupan cargos públicos y que tienen un ejemplar comportamiento diario.

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