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Manuel Herrero Montoto |
Manuel Herrero Montoto acaba de publicar “Omara en el París de las maravillas” una novela cuya
lectura es, como mínimo, recomendable, tanto por la historia que nos
cuenta como por la forma en que estructura el discurso narrativo.
Y nos va a resultar muy divertida la
manera en que este cirujano metido a escritor nos transmite la
historia. Las fantasías de sexo en los comienzos del siglo XX en el
marco de una residencia de ancianos, muy singular, en la que Coldo
desafía a la astenia sexual propia de la edad avanzada con el
estímulo que proporciona la lectura del libro censurado. Al igual que en, su anterior novela, “Omara la trapecista” en esta también nos encontramos con
dos historias paralelas.
Coldo, el chaval que leía a los trabajadores las peripecias de Omara en un vagón de tren de madera, creció. Ahora su audiencia la componen unos ancianos singulares, de un gerátrico no menos singular, y a reglón seguido de la lectura en voz alta de “Omara en el París de las maravillas” recuperan aquel instinto básico secuestrado por una sociedad irracional e ignorante.
-¿Qué
te motivó
a hacer esta
novela “Omara
en el
París de
las
maravillas”?
R. Lo
vemos con
insistencia en la
novela negra,
cuando un
autor del
género da
en el clavo con
su protagonista, las
más un
detective perspicaz
de bigote
y sombrero, repite
con él jugada
en su amplia y
variada obra.
Con Omara,
mi adorable
prostituta, puta
para ser exactos,
me sucedió
lo mismo que
a Chandler con
su detective Philip Marlowe.
No veo a
Omara en un escenario
único, su
tremenda fogosidad
precisa de
más aventuras
y desventuras para
hacerse valer
y leer.
Y nosotros
disfrutar.
-¿En
una frase,
de qué
trata “Omara
en el
París de
las
maravillas”?
R. Omara
la trapecista
se zambulle en
el Paris
del gran
revolcón artístico,
sexual y
literario de
principios del
siglo XX de
la mano
de La
banda de
Picasso.
-¿De
dónde has
tomado la
inspiración
para crear
la historia
de Omara?
R. Tengo
la impresión
de haber
sido una abeja
colaborando en
la polinización.
París es una gigantesca
flor repleta
de néctar.
El autor
y su chica bebieron
de él
hasta bien
entrada la
noche. Y
compartieron absenta
con Modigliani, Jacob,
Utrillo, Apollinaire
en el Lapin
Agile. Luego
fecundaron estas
páginas para
uso y disfrute de
los amigos que a
ellas se acerquen.
-¿Cuál
es la
estructura
de la
novela?
R. En
realidad, y
como se hizo
con "Omara la trapecista",
la novela
reúne dos
historias. Una reside
en el marco,
la otra
en el lienzo.
El marco
de la
novela anterior
era un
tren destartalado de
postguerra con
unos trabajadores desnatados
que vuelven
de la
ciudad a su pueblo cercano
y que reavivan
su fuego glandular
con la lectura
de las
acrobacias eróticas de
Omara. Hace
las veces
de lector
un muchacho, Coldo,
que se
hizo con el libro
prohibido rebuscando
en ese rincón
secreto de
los padres, y
los hijos tarde
o temprano siempre
lo descubren. En "Omara en el Paris de las maravillas" el
marco es
la historia
de una
residencia de
ancianos, muy
singular,
en la que
Coldo desafía
a la astenia sexual
propia de
la edad
avanzada con
el estímulo
que proporciona la
lectura del
libro censurado
por autoridades civiles
y eclesiásticas. En
los lienzos, encontrará
el lector
lo que se
imagina de
Omara ,
mejor dicho:
¡Ni de coña se
imagina lo que
se va a
encontrar!
-¿Con qué se va encontrar
el lector
en esta nueva novela?
R. El
autor describió
situaciones que
le pusieron
de “aquella
manera”, otras
que le
hicieron reír
y, todo hay
que decirlo,
momentos hubo
de nudos en la
garganta.
Estas reacciones que
calaron en
el autor,
espero las
compartan sus
lectores.
-¿Literatura
erótica moda
pasajera o moda
para quedarse?
R. Queridos,
el Creador
en su inmensa bondad
colocó en
la entrepierna
de los
humanos unas
glándulas conectadas
al cerebro
que estimuladas
por vías diversas
provocan satisfacción
y goce. Mientras
nuestro Benefactor
vele por
nosotros, la
dicha literatura perdurará
por los siglos de
los siglos. Y
seamos fieles
al Creador
y usemos
de los artilugios
que puso
en nuestro camino.
-¿Crees
que hay literatura
erótica para
mujeres
y otra para
hombres?
R. Soy de
los que piensa
que no
hay distinción
de sexo,
que el
sexo es uno, grande y
libre, y,
por tanto, la
literatura erótica
apunta en
una sola
dirección.
-¿A
qué se debe el
auge de
la temática erótica?
R. La
temática erótica
está siempre
presente en
la literatura.
Aunque hubo
y habrá periodos en los que
las circunstancias
no le sean
propicias -censura,
religión, tradición
mojigata-,
entonces, como
los submarinos, se
sumerge
para no
ser vista. Pero sigue navegando
y disparando torpedos.
-¿Qué
es para ti
el erotismo?
R. Una
dama de
mediana edad
se sienta en
el café
enfrente de
mí, viste
una falda
menguada y cubre
sus piernas con
medias negras
de nylon,
el borde
de la
falda asciende hasta
cerca de
la mitad
de sus
muslos, y escudriño
bajo su
mesa y veo
que se
dibuja un triángulo
isósceles invertido,
el dobladillo
de la
falda como
base y
los otros dos lados las
aristas gradualmente
sombreadas de
las medias
que tapizan
la piel
tersa de los
muslos, el
resultado es
un triángulo de
superficie oscura,
enigmática, entrada de cueva
inexplorada, e
intuyo en el
fondo de la
misma una
alfombra de
piel de
astracán que
guarda un
calor de
sauna de
paredes sonrosadas…
Perdone, ¿que
me había preguntado?
-¿Estás de acuerdo que
este tipo
de literatura
moviliza los
sentidos?
R. Las
novelas de
amor te
hacen llorar.
Las de
terror,
temblar.
Con las
de trama
sicológica, pensar.
Si escoges una
de aventuras,
a viajar.
Pues la
literatura erótica,
a poco que
te entregues:
bunga-bunga.
-¿Es cierto, que
este tipo
de literatura
que se consume
sola por
que nadie reconoce
consumirla?
R. Habría
en este punto
que distinguir
publicaciones pornográficas
y eróticas. Límite
de difícil
precisión. Lo
pornográfico anima
al escondite.
El descubrimiento
de un
arsenal pornográfico
define a
su propietario: onanista,
pajillero
para entendernos.
A no ser que las
obras pornográficamente
ilustradas estén
catalogadas por
la oficialidad que
da la
Historia de
la Literatura,
véase el
Kamasutra,
el Ananga
Ranga,
el Decamerón
o los Cuentos
de Canterbury.
Estas pueden
salir del
escondite. El
propietario será
en tal caso
considerado como
un personaje culturalmente
apto. Tal
es nuestra amada
hipocresía.
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