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martes, 10 de julio de 2007

“La aventura de editar en Asturias"

Imprescindibles para que el libro llegue a nuestros estantes, tres editores debaten para nosotros en una más que jugosa entrevista: Antón García, de Ediciones Trabe, la más importante editorial en lengua asturiana; Marta Magadán, de Septem Ediciones, actual Presidenta del Gremio de Editores; y Álvaro Diaz Huici, de Ediciones Trea, la editorial asturiana de mayor implantación a nivel nacional.



Marta Magadán: Quizás el lector tenga una idea equivocada o desconozca qué es un editor.
Antón García: Seguramente la sociedad en general no sabe lo que es un editor porque es una figura que pasa desapercibida para el gran público, pero que es una pieza fundamental dentro del proceso de publicación de un libro…
Álvaro Díaz Huici: Efectivamente. Seguramente la gente no sabe muy bien qué papel desempeña el editor, cual es su cometido real, precisamente porque es una figura siempre en la sombra, y además yo creo que debe estar siempre en la sombra. Definir exactamente cuál es su función es complejo, sobre todo en Asturias, en editoriales de tamaño medio o pequeño. Cobra otra dimensión cuando hablamos de grandes grupos editoriales; en ellos un editor tiene un cometido básicamente intelectual, se ocupa de desarrollar un proyecto editorial específico, una colección, una serie…; ello conlleva la selección de títulos, trato con los autores, gestión de derechos, etc; pero a partir de ahí, todo lo que hay antes y después escapa a su gestión, lo ocupan otros empleos en la editorial. En una pequeña editorial, sin estructura para funciones tan especializadas —como ocurre en gran parte de la edición española, hecha la salvedad de los grandes grupos—, el editor añade a esas funciones las de gerente, ocupándose también de aspectos económicos, comerciales, de recursos humanos, de la edición material, difusión, etc. Incluso aunque haya delegación en alguna de esas funciones, el editor tiene que estar atento a todo. Yo creo que es la manera más interesante de ser editor, pues no se pierde nunca la perspectiva global del proceso; no se entiende muy bien como se puede decidir la edición de un libro sin ser capaz de imaginarlo en su último tramo en las librerías, o sin saber qué coste va a tener ese libro. La labor de un editor es muy compleja y difícil, son muchos los factores que tiene que contemplar en su trabajo.
A.G.: Yo creo que un editor es, sobre todo -y tiene que serlo-, un creador de tendencias. Cuando un editor monta un proyecto editorial, de alguna manera tiene que individualizarlo y hacerlo diferente del resto. En la medida que pueda mantener esa diferenciación, ese editor será capaz de sobrevivir y de hacerse un hueco dentro del mundo editorial. Muchas veces ves algún editor que de tener un proyecto editorial propio, de pronto empieza a editar cosas “raras” respecto a su línea: por lo regular termina cerrando pues pierde la necesaria coherencia y empieza a dar palos de ciego que no llevan a ningún sitio. Por supuesto un editor pequeño, como es el caso de los que trabajamos en Asturias, tiene que hacer de todo, y la parte económica es una de sus ocupaciones principales, para las que tantas veces no está mínimamente preparado. Seguramente no nos damos cuenta de la importancia de esos aspectos económicos hasta que los tenemos de verdad encima de la mesa…



A.G.: ¿Cómo veis la edición en Asturias respecto a la edición en España?
M.M.: Yo creo que estamos en un momento dulce. Aunque somos unas editoriales pequeñas dentro de lo que es el panorama nacional, pienso que estamos aportando un buen producto -y no es que me guste llamar “producto” al libro-. Creamos tendencia –como decía antes Antón- y eso se ve en muchos autores que publicaron con nosotros en Asturias y empiezan a destacar a nivel nacional. No debemos de desaprovechar el momento. Es duro editar, como en cualquier zona periférica de este país. Nos siguen separando casi 500 km. de Madrid y mientras que en la capital no tengamos ese reconocimiento y no logremos hacernos un hueco va a ser difícil poder situarnos, pero si ganamos esa partida, después la localización va a ser lo de menos. Lo estamos haciendo bastante bien, por no decir muy bien, aunque pueda sonar un poco prepotente en este caso…
A.D.H.: Yo soy más escéptico, llevo editando en Asturias desde el año 78, y las conclusiones que saco de esos casi 30 años como editor es que en los primeros años me era mucho más fácil colocar libros de aquello en lo que podía tener más dificultades para competir, como la creación literaria. Me era mucho más fácil colocar una novela en los escaparates, bien distribuida en Madrid o en cualquier capital española, y conseguir que los suplementos literarios reseñasen esas obras. Ahora no, debido fundamentalmente a la tremenda inflación editorial existente. Hoy, hacernos visibles fuera de Asturias, aun teniendo más medios, es bastante complicado salvo que estés muy especializado en una materia concreta. Evidentemente si tienes visibilidad, el estar localizado en la periferia ya no tiene importancia. Hemos logrado que autores que publicaron con nosotros tengan cierta proyección nacional, lo triste es no poder ser nosotros quienes sigamos proyectando esos autores en el exterior. La edición desde Asturias no está en un momento dulce, desde mi punto de vista, al menos hablando a un nivel general. Si hablamos de la edición desde Asturias para Asturias, tenemos además un problema gravísimo: la insuficiente masa crítica de nuestro público. No hay mercado, bien sea por desinterés de la población, el agotamiento de los temas o la inflación editorial previa. No hay políticas que palien eso, de ayuda a la edición y a los autores de una manera articulada, con criterio y sentido común. No existen. Tan sólo alguna medida oportunista o arbitraria. No hay tampoco un flujo circulante de capital humano turístico que ayude a las ediciones regionales a complementar la falta de público para tiradas mínimas que hagan un libro viable. Todo esto es constatable. El problema es que tiene difícil remedio, por la propia naturaleza de nuestra región. Desde el punto de vista de la edición para Asturias soy muy escéptico, es muy difícil sobrevivir.
M.M.: Tengo la impresión que aquella editorial que tenga enfocado su mercado exclusivamente en Asturias, no va a tener un gran futuro. Es un mercado pequeño y saturado.
A. G.: Yo no estoy de acuerdo. Sí lo estoy con el planteamiento global, pero yo sí creo que podrían sobrevivir editoriales en un mercado sólo asturiano. Pero claro, en otras condiciones. Sinceramente creo que la sociedad asturiana tiene una mentalidad de colonia muy grande, tiene una dependencia cultural e intelectual de lo que viene de fuera de Asturias grandísima. Hasta el punto de que si ofreces un libro de un autor asturiano publicado por una editorial asturiana una gran parte de la sociedad lectora desconfía de ese producto por que piensa que si no lo ha podido publicar con una editora nacional es que no es un bueno. Eso responde a una determinada mentalidad, la vieja idea de que si quieres triunfar debes ir a Madrid y luego ya vuelves con el triunfo a Asturias. Es algo que se da en muy pocos sitios fuera de Asturias. Al igual que Manuel Rivas en gallego vende 50.000 libros de la edición de su obra, si eso lo divides entre cuatro provincias, ¿por qué no puede vender un autor asturiano 10.000 ejemplares aquí? Es impensable.
M.M.: Ocurre que la Xunta de Galicia -y hablo con conocimiento de causa-, en cuanto sale el libro, dota a todas sus bibliotecas no de uno sino de varios ejemplares de ese título. En este sentido, se promociona la obra editada en Galicia.
A. G.: En Galicia hay una sociedad detrás que respalda el hecho local.
A.D.H.: Es que además de contar con una masa crítica mucho más alta, cuatro millones y medio de habitantes frente a uno, a parte de tener un circulante ajeno considerable —por el turismo—, y de las numerosas ayudas institucionales, que las hay, y muchas. A parte de eso, la sociedad gallega tiene un sentido de identidad mucho más alto que el nuestro, una cultura mucho más amplia y extensa que la asturiana… ¿creéis que Asturias, con sus condiciones demográficas y económicas puede llegar a tener en su proporción una identidad social y cultural equiparable a la gallega o catalana?
A.G.: Si preguntas si puede existir esa identidad pasando por el asturiano. Yo creo que sí. A finales de los años 70 caminaba en esa dirección, pero en algún sitio de los 80 perdió ese camino y se dedicó a hacer otras cosas.
M.M.: Y aun no ha encontrado ese camino. Los gallegos sabe proteger lo propio. Y esto se ve en cualquier sector. Sin embargo, aquí antes se compra lo que nos viene de fuera que lo nuestro. En cierto sentido, lo gallegos son nacionalistas a la hora de consumir, primero lo de casa y después lo de fuera. Eso es lo que nos falta a nosotros. Y dudo –ojalá me equivoque- que se puedan dar alguna vez esas condiciones en Asturias.
A.D.H.: A finales de los 70 y principios de los 80 las tiradas de libros regionales eran de 3.000 y hasta 5.000 ejemplares. Eso hoy es impensable. Hoy son contados los libros que puedo sacar al año de tema asturiano con un criterio de rentabilidad, con una tirada de 2.000 ejemplares. Contadísimos. No creo que pueda más de uno o dos al año, salvo que tenga algún tipo de ayuda o compra.






M.M.: Es evidente la falta de apoyos que tenemos desde la Administración asturiana. ¿Qué políticas podríamos sugerir para que nos equiparásemos al resto de regiones?
A.G.: Hace falta que las Administraciones Públicas y algunas privadas que cuentan con dinero para ello hagan una verdadera política de ayuda al libro de Asturias. De todos los gobiernos que llevamos desde la Democracia, una de sus grandes carencias es la ausencia de una Ley del Libro para Asturias. Tampoco hay una política definida de libros para las bibliotecas -públicas y escolares-, no hay absolutamente nada sobre el libro más allá de las ayudas que existen para el que se publica en asturiano, que se pusieron en marcha hace 20 años y se mantienen yo creo que más por inercia que por otra cosa. Esa es la gran asignatura pendiente de todos estos gobiernos.
A.D.H.: Lo primero que tienen que entender las Administraciones e incluso las grandes empresas con cometido para ello —pongamos por caso Cajastur, que en más de una ocasión ha competido con los editores reventando nuestras ediciones con precios de ventaja—, es que las editoriales son quienes a lo largo del tiempo han salvado el patrimonio histórico, cultural e intelectual, que ha quedado recogido y testimoniado en los millares de páginas impresas en la región, siendo esa una de las funciones. Desde el momento en que publicamos un poeta o narrador o un ensayo estamos salvando y dando a conocer un patrimonio intelectual que es tan importante como el material de una comunidad. Lo estamos salvando y difundiendo. Si admiten esa función, además de ser empresas, disponemos de un “plus” que nos puede dar pie a reclamar cierta justicia en ese sentido. Si se admite eso hay que definir políticas concretas de ayuda al conjunto de esa industria. El conjunto somos los editoriales, los autores, las imprentas, las librerías, las bibliotecas… y el público. Ello exige una serie de medidas específicas, una ley del libro que contemple el suministro a bibliotecas, medidas de financiación y promoción equiparables a las que tienen otro tipo de industrias que cuentan con activos fijos —nosotros no los tenemos, manejamos intangibles—; líneas de subvención específicas para libros importantes y necesarios pero que no son viables comercialmente, y que, sin embargo, estamos editando (veremos por cuánto tiempo, en las actuales circunstancias, podremos hacerlo) con pérdidas económicas. Unas medidas claras, regladas, por escrito, no al albur del criterio del responsable político de turno. Un reglamento al que podamos atenernos como existe en la mayoría de comunidades autónomas.



A.G.: ¿Cómo veis el tejido social de librerías en la región?
A.D.H.: Hay que contar con las librerías pues son agentes imprescindibles en la difusión del libro. Pero las librerías, desde la óptica puramente regional, también deben contar con los editores, cosa que no es frecuente. Se me ocurre el ejemplo de los conflictos generados en las ferias del libro. Concretamente en la de Oviedo niegan stands a los editores; y nos parece bien que nos los nieguen, pero siempre y cuando nuestros libros se expongan en los stands de los libreros. Pero no aparecen. Los libreros se limitan a exponer los títulos de venta segura de todas las editoriales habidas y por haber menos las nuestras.
M.M.: Aquí hay un problema de fondo que nos afecta absolutamente a todos y creo que el lector tiene que tener muy claro cuál es el porcentaje del precio total del libro que se llevan las librerías, que es el 30 o incluso hasta el 40 o 45 %. El lector tiene que saber que de los 18€ del precio de un libro, al menos 6€ se los lleva el librero. Y el librero, quien no arriesga nada pues los libros están en depósito, para más inri esos libros suelen quedar ocultos al público, no llegan al lector, no tienen una zona dedicada al libro publicado en Asturias –salvo contadas excepciones-; en tiempo de novedades no hacen el esfuerzo por mantener esos libros y darles un poco más de continuidad. Con lo cual, cuando recogemos el depósito, nos llega “cero” y en ocasiones las obras están para tirar. Eso el lector tiene que tenerlo muy claro: nosotros estamos produciendo el libro, abonando los derechos de autor, en ocasiones adelantándolos, asumiendo los gastos de transporte y logística, que no son nada baratos, dando una comisión al distribuidor, que viene a ser del 10 al 15%, y cuando cerramos costes apenas queda nada.




M.M.: ¿Cuál es el papel de los medios de comunicación regionales con respecto a las editoriales asturianas?, ¿creéis que el salir en las reseñas de los suplementos culturales facilita o incrementa las ventas o es algo que pasa sin pena ni gloria?
A.D.H.: No es una panacea el hecho de que un libro aparezca en un medio, lo que sí es prácticamente seguro es que si no es visible a través de esos medios, es difícil que pueda alcanzar un recorrido interesante -el salir no garantiza tampoco que lo haga-. Yendo a lo regional, hablábamos antes de hacer conscientes a la sociedad, y en ella están los medios. No digo que no acusen recibo de nuestro trabajo, pero no suficientemente, y sobre todo, no con la profesionalidad que hay que hacerlo, y eso vale para todos los medios. Cuando lanzas un libro interesa que esté en los escaparates de novedades; suponiendo que logres eso en las librerías, lo que conviene es que la difusión en los medios sea simultánea, de poco sirve que salga una reseña en El País a los seis meses pues ya no estará en ninguna librería, sirve para satisfacer a su autor, pero poco más. Tiene que haber una coordinación de todos los elementos de difusión, librerías, bibliotecas, medios de comunicación, para que digamos “hierva” de alguna manera el cocido y se pueda comer.
A.G.: Yo creo que los medios asturianos tratan con mucha más atención el mundo del disco, por ejemplo, que el mundo del libro. En la mayor parte de nuestros medios el libro asturiano no tiene un espacio propio, mientras que del mundo de la música, de la pintura, del cine, de la moda, del diseño o del deporte se llenan páginas, programas, espacios…
M.M.: Hay algo que a mí me sorprende, y es el observar cómo ni siquiera aparecemos citados en los medios escritos y hablados: se cita el título y el autor pero nunca a la empresa que lo ha editado. Salvo que la editorial pertenezca al mismo gran grupo de comunicación la editorial, siempre es una información que se obvia.



A.D.H.: ¿Cómo veis el futuro de la edición, en este momento en el que las nuevas tecnologías hacen que el libro, como elemento de información, ya no está sólo en el mercado?
M.M.: Yo soy, por naturaleza muy optimista, y siempre veo la botella medio llena. Creo que el futuro pasa por complementarse con las nuevas tecnologías. El libro tal cual, físicamente, nunca va a desaparecer, pero sí lo tenemos que combinar con las nuevas herramientas que nos ofrecen las nuevas tecnologías, estoy hablando del libro electrónico, del audiolibro… También tenemos que modificar los canales de comercialización. Con las nuevas tecnologías podemos acercar nuestra producción al cliente final.
A.G.: Sí, yo creo que el libro, tal y como lo entendemos hoy en día, no va a morir, y con el tiempo compartirá espacio con libros electrónicos o cualquier otro sistema que ni siquiera somos capaces ahora de imaginar. En cuanto al futuro del libro en Asturias, yo creo que hace falta un esfuerzo social, de la sociedad asturiana en general, empezando por las clases dirigentes pero también de la masa crítica que hablábamos antes, que permita construir una cultura propia que pueda competir en igualdad de condiciones en Asturias con lo que nos viene de fuera y que, además, podamos exportar. Desde mi punto de vista creo que esa cultura puede construirse en castellano, por supuesto, y en asturiano también. Pero creo que la sociedad asturiana debe hacer un esfuerzo grande para que se pueda invertir la tendencia actual, de cultura totalmente subsidiaria. En muchos sitios el libro, la cultura en general, es una industria floreciente que crea riqueza y empleo, además de potenciar los valores culturales que le son propios. Resulta sorprendente que no se haga más para desarrollar esa industria.
A.D.H.: El libro, como objeto, aun tiene un recorrido largo, lo que no quita que no se extenúe en algún momento. Sin embargo lo que yo sí creo que es inextinguible es la función del editor; es decir, para que haya buenas páginas en internet, creíbles, con información veraz, contrastada, valorada, tiene que haber detrás un editor. Estamos asistiendo a una profusión de información brutal, poco contrastada, poco fiable, y llegará un momento en que esa cantidad ingente de información podrá pasar a ser conocimiento real cuando haya “marcas” que avalen esos contenidos, como pasa en el mercado del libro. Todo el mundo sabe qué editoriales tienen rigor y qué editoriales no tienen rigor. Y esa función del editor —a parte de otras muchas que tiene—, ésa que es la esencial, por la que proyecta hacia la sociedad el conocimiento, no se va a extinguir, pues es absolutamente necesaria, sea cual sea el soporte, sea cual sea el medio.








 
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