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miércoles, 21 de diciembre de 2005

Reseña de la novela "Diario de un residente"


Diario de un residente
J.Mª Izquierdo Rojo
Septem Ediciones
José María Izquierdo ha escrito ya varios libros. De ellos, uno se refiere a los recuerdos de su vida de estudiante universitario, (“Colegio Mayor”), otro a enfermos tratados en el hospital (“Habitación de hospital”) y en otro de sus libros de memorias se refiere a parte de su vida profesional, (“Recuerdos de un cirujano”). En este, su último libro, de momento, habla de sus años como residente en un hospital de Madrid. La figura central es el Dr. Bedoya, persona muy autoritaria y temida por todos sus colaboradores. El Dr. Bedoya despierta un sentimiento ambivalente entre los que le rodean; por un lado tiemblan ante sus descargas de ira y por otra le admiran por su excelente formación profesional, a la vez que saben de su influencia en la consecución de un puesto de trabajo.
Los colaboradores son personas que han jugado un papel importante en la neurocirugía española y que pueden identificarse con cierta facilidad, pese a que en los relatos se les dan nombres supuestos. Sus retratos despiertan afecto; están desprovistos de crueldad. Uno de ellos “vive del oído, más que de la vista” porque es poco amante de la lectura. Otro, más científico, es bastante desaliñado y no tan hábil en el quirófano. Todos sienten pánico, en mayor o menor grado, pero del rictus escéptico del patrón aprendieron a no ser dogmáticos.
El autor relata cómo se va forjando como neurocirujano, y desgrana anécdotas, algunas hilarantes, otras que resultarán familiares a los que se formaron a lo largo de la década de los sesenta y que van entremezcladas con recuerdos de sus dificultades para sobrevivir en unos años difíciles. Para vencer algún periodo de escasez, nos cuenta una sustitución en el Servicio de Urgencias, durante las Navidades, que le pone en contacto con los barrios periféricos de Madrid, con las chabolas, en un ambiente de pobreza, pero sin la sordidez de “Tiempos de silencio”, aunque se queje de que le han robado el abrigo en el ambulatorio y tenga que padecer los rigores del diciembre madrileño. Sufre el desahucio del piso donde vive, propiedad de un familiar, avaro de alquilárselo a otras personas, con más posibles.
En sus relatos entra el viejo seiscientos, refugio de alguna aventura y también vehículo para trasladarse a su Vetusta, por cuyas calles tranquilas pasea en soledad, en un anochecer lluvioso, algo más que un “orbayu”, que le sirve de contrapunto a la tensa vida del hospital. En Pajares compra unos dulces, unos “suspiros”, que había probado por vez primera en un viaje con su padre varios años antes. Las entrañables “viejecinas” que hacían los suspiros, en el último viaje, ya habían muerto. También nos cuenta su experiencia en las prácticas de las milicias como alférez, con una guardia en que es responsable de que no se fugue un etarra. Con todo ello, se sigue la forja del residente y del hombre.
Escribe muy bien, como siempre lo hace. Creo que su aprendizaje en Oviedo lo remató con las lecturas de “El Norte de Castilla”. El final del libro coincide con la concesión de una beca para trabajar en un hospital de París. Esto podría darle pie para continuar sus memorias de residente. “Tendrás que escribirlas algún día”, le dijeron sus hermanas para animarle a escribir lo que ahora ha salido a la luz.
POZA, M.
Recensión de Libros. Neurocirugía. [online]. abr. 2005, vol.16, no.2 [citado 21 Diciembre 2005], p.206-206.
Disponible en la World Wide Web:
ISSN 1130-1473.
 
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