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domingo, 5 de junio de 2005

Frío, de Sergio Parra Castillo


Ana es enfermera, aunque hubiera preferido ser escritora, adora la buena literatura y es propensa a la fabulación: lo mismo se imagina cual Alejandro Magno combatiendo cada mañana contra el general Desgana, que poeta Virgilio acompañando a los pacientes por el Infierno, el Purgatorio y el Cielo dantesco, encarnados en las diferentes plantas del hospital en el que trabaja. Mientras tanto, en su vida familiar, el único nexo de unión con la realidad cotidiana es su pequeña hija Eli, fruto del matrimonio con Fred, un técnico informático islandés, apático hasta límites insospechados, incapaz de mostrar sus sentimientos hacia nada ni nadie. Aunque en ningún momento fue de otra manera, Ana cree que ha llegado la hora de hacer reaccionar a su marido, así que pide consejo a su “oráculo” particular, su diosa Eir, una compañera del hospital a punto de jubilarse, que urde un plan infalible. El problema es que el resultado terminará por afectar únicamente a Ana y le llevará a descubrir la verdad de su matrimonio y de su propia vida.
Sergio Parra Castillo es un joven escritor que, sin haber cumplido aún los treinta años (Barcelona, 1978), tiene una creciente trayectoria literaria, reconocida además con diferentes premios y menciones. Así, con Frío obtuvo el Premio de Novela Ategua Castro del Río en 2003 y aunque no conozco el fallo del jurado, me imagino que en éste no pasarían inadvertidos algunos de los elementos que hacen de Frío una novela realmente interesante y de lectura muy recomendable.
Con un hábil uso del lenguaje, rico y variado, Sergio Parra construye una historia cercana, con situaciones en las que nos vemos muchas veces identificados. La verdad es que no es muy habitual estar casada con un islandés como Fred, pero este personaje se nos revela como una metáfora de la frialdad y la tecnificación de nuestra social actual. Aunque en el fondo también sufrimos por él y el vacío en el que transcurre su vida. Sufrimos incluso un poquito ante sus intentos de realizar lo que de él se espera y nunca perdemos la esperanza de que alcanzará estas expectativas. Si bien puede que no sea por él, sino por esa mujer llamada Ana, que comparte su vida y que se encuentra perpleja ante un matrimonio en el que no sabe exactamente si ha alcanzado un estado latente de felicidad o si es la persona más desdichada del mundo.
Puede que sea un tópico decirlo, pero he de reconocer que me ha sorprendido positivamente la narración en primera persona femenina. Ya lo hemos leído en otros libros escritos por hombres, pero en Frío –y es algo poco habitual-, resulta muy creíble y para nada cursi. Ana Carrasco es una mujer real, pese a que necesite de un mundo de fantasía para sobrellevar la rutina de su vida, como en determinados momentos puede sucedernos a cualquiera de nosotros, y que de golpe se encuentra con la dura realidad. Es en este instante cuando empieza a reflexionar acerca de la naturaleza de los sentimientos más profundos, la necesidad de ser amado y el deseo de importar realmente a la persona amada.
En Frío, ante todo, hay una descripción de sentimientos, de comportamientos y necesidades, pero sin hacer una distinción entre un sexo y otro, pues son universales. Ana, la narradora, es una mujer, pero seguro que muchos hombres se sentirían identificados con ella. Incluso en algunos momentos, todas hemos sido un poco como Fred intentando agradar a los que nos rodean.

[Sergio Parra: Frío, Septem Ediciones, Oviedo, 2005, 126 páginas]
 
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